Para Habermas la democracia, además de ser una variedad de organización política, es una forma de concebir la relación entre una comunidad humana y la verdad. En contraste, lo más común en la historia del pensamiento había sido concebir la verdad como algo que existe en sí mismo, independientemente de que los hombres la reconozcan. Desde la visión de Habermas, la verdad es más bien una construcción social, una especie de acuerdo, pero con características muy particulares, entre otras, una rigurosa fidelidad a la razón. Habermas no es ningún escéptico, ni ningún relativista (en el sentido que Platón decía que lo eran los sofistas), cree en la posibilidad de construir - no descubrir - la verdad mediante el diálogo entre seres regidos por una razón común a todos.
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