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LA RESPUESTA:
El contante mestizaje de la lengua española
El mestizaje es una constante en la mayoría de los pueblos de Latinoamérica, se observa en la producción de las escritoras latinas residentes en los Estados Unidos un mestizaje lingüístico casi natural, simbiosis de dos lenguas estructuralmente diferentes que, a fuerza de compartir territorios geográficos, llegan a una convivencia aparentemente armoniosa, pero cuya utilización simultánea o alternada obedece frecuentemente a códigos sociológicos y psicológicos muy sutiles. La frontera viva del español con el inglés es un fenómeno continuo y cambiante, con la sostenida emigración de hispanos en busca de un mundo mejor, la particular situación de Puerto Rico, la aparición de importantes minorías como la cubana de Florida, la mejicana de California y Texas y la puertorriqueña de Nueva York, además del extenso y bien asentado mundo chicano.
Se trata pues de una literatura fronteriza, no sólo en el sentido geográfico de la palabra, puesto que su temática nace en la encrucijada entre dos mundos. Las mujeres que citaremos aquí, tanto autoras como protagonistas, navegan entre dos orillas, dos culturas, dos mentalidades y, sobre todo, dos idiomas. Estos últimos se hallan en situación de diglosía, es decir, en una posición de inferioridad social de uno con respecto al otro: menor prestigio del español en los Estados Unidos con respecto al inglés, debido al inferior nivel económico y social de las minorías hispanas. Consecuencias frecuentes y determinantes de todo ello: por un lado, un exagerado deseo de integración, que se manifiesta a veces por un rechazo y hasta menosprecio de la lengua materna, un deseo de olvidar los orígenes, que llevaría a un proceso de aculturación y, por otro, el orgullo de la propia identidad cuando el inmigrante latino ha llegado a una clara conciencia de la misma, produciéndose el efecto contrario, la revalorización de la cultura de origen y la crítica de la cultura de adopción. La especialista Rosaura Sánchez (Revista de Occidente, 1982) parece tener muy en cuenta la situación social del emigrante al afirmar: "Nuestra circunstancia lingüística es heterogénea y contradictoria: al mismo tiempo que el español se pierde, se mantiene según el contexto social de los hablantes (...) La ocupación, sueldo, generación o años de residencia en el país afectan indudablemente a las preferencias linguísticas".
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